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Ya hace dos años que llegamos a Taiwán los primeros tres misioneros de la Consolata, Mathews, Piero y yo para iniciar esta nueva misión en el continente asiático. Ya hemos terminado esta primera etapa de aprendizaje del mandarín. Ganas teníamos de terminar, pues el cansancio por el esfuerzo continuo de memorizar nuevas palabras, aprender bien los tonos, fijar estructuras lingüísticas, han ido haciendo mella en nosotros. Aprender un nuevo idioma es como construir un puente. Cuando está acabado se puede circular con fluidez hacia ambos lados. Pero hasta entonces, hay que ir, ladrillo a ladrillo, piedra sobre piedra, palabra sobre palabra, elevando con fatiga la construcción.

¿Este puente esta ya acabado? Lamento deciros que todavía no. Podemos decir que hemos construido los pilares sobre el que se apoyara el puente. Tenemos en nuestra mente los elementos básicos, pero nos hace falta practicar más con la gente para alcanzar fluidez y confianza. Pero ahora que empezaremos a asumir una responsabilidad pastoral con una comunidad parroquial donde tendremos una gran oportunidad de lanzarnos al agua. Miedo e inseguridad? Si mucho. Os podréis imaginar. Pero así como Dios nos ha dado todo para poder llegar hasta aquí, no nos va a dar lo que nos hará falta para afrontar los retos del futuro?
Además después de la grandes opciones lo que nos queda es la vida ordinaria, el día a día. Y como nos dice Jesús en el evangelio de este Domingo 25:“El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar”.

Paso a paso, piedra sobre piedra, palabra tras palabra, hasta que el puente este acabado, la comunicación fluya, y el milagro del anuncio del evangelio sea posible. Da pánico si te fijas en el enorme puente que tienes que construir, pero si te fijas en el paso que tienes que dar, hoy los miedos se esfuman y solo te queda el reto mas asumible de ser fiel al día que tienes delante.